Los oficios que se han dado en un pueblo forman parte de su historia, y con ellos, todas las personas que se han dedicado a ello en el día a día, generación tras generación. No resulta fácil hacer una clasificación de los oficios que han existido a lo largo de los siglos. En cada época han aparecido nuevos y también han desaparecido. Es ley de vida, porque las personas y sus necesidades cambian.
Si viajamos al mundo de los íberos y de los romanos, sin duda ya encontraremos oficios muy diversos que ha ido documentando la arqueología layetana. El comercio ha sido importante en nuestro territorio desde muy antiguo, y resulta laborioso «reconstruir» el pasado más lejano sólo a base de restos materiales y fuentes escritas por los colonizadores. En cambio, la época medieval sí que nos empieza a proporcionar nombres y personas de los oficios que predominaban en nuestros pueblos y ciudades. Los documentos de compraventas, notariales, crónicas… nos aportan datos -quizás no suficientes todavía- que permiten conocer aspectos socioeconómicos de aquellos siglos.
Y llegamos a la época moderna. Cuando pensamos en los siglos XVII y XVIII, nos vienen a la cabeza oficios que hoy coincidimos en llamar «tradicionales». Son todos aquellos vinculados a la tierra y a la naturaleza en general (payés, carbonero, cabrero, pescador…), los que encontraríamos en un pueblo o ciudad vinculados a un gremio (tejedor, zapatero, herrero…) y finalmente los que podríamos entender como ambulantes, relacionados con el mundo comercial de las ferias, los artesanos pasantes, etc. Todos ellos, oficios que estaban evolucionando, pero que en su mayoría no eran nuevos. En cambio, en el siglo XIX, con las sucesivas olas de industrialización, primero con los telares manuales y después con los mecánicos y el vapor, aparecen y se diversifican toda una gama de nuevos oficios vinculados al mundo fabril, sobre todo alrededor de las colonias industriales situadas a orillas de los ríos y en las fábricas. Este fenómeno, vinculado a las mejoras tecnológicas, sí supone cambios en la vida de los pueblos y ciudades. A destacar, las migraciones continuas, el acceso de las mujeres al mundo asalariado y la diversificación y especialización de los trabajos, conllevando más cargos.
Llegados al siglo XX, aunque con mucha más información a nuestro alcance, orales y escritas, fotográficas y filmográficas, resulta mucho más difícil clasificar toda la extensa tipología de trabajos existentes, más allá de subdividir los oficios en tradicionales y de nueva aparición. El mundo comercial experimentará un crecimiento a nivel local, nacional e internacional, hasta quedar globalizado, interconectado. Las empresas yo no podrán ser consideradas oficios.
Entran dudas: ¿Ser empresario es un oficio? Quizás sí, y también podemos saber a qué ramo pertenece el oficio-(por ejemplo, la alimentación-, pero, en realidad, ¿cuántos trabajos y personas encontraríamos desde la recogida manual o mecánica del producto hasta su venta final? ¿Qué trabajos pueden ser considerados un oficio hoy en día y cuáles no? ¿Ha cambiado con el tiempo lo que consideramos un oficio? Son algunas de las preguntas que conlleva el tema que analizaremos en el taller, aunque el objetivo principal sea recabar datos para su enfoque histórico.